lunes, 25 de junio de 2018

Grecia texto 1 Hipólito Taine para Lectura

Texto extraído de

HIPÓLITO. A. TAINE. FILOSOFÍA DEL ARTE. TOMO III
CUARTA PARTE
LA ESCULTURA EN GRECIA

"Durante los años precedentes os he expuesto la historia de las dos grandes escuelas originales que
han representado, por medio de la pintura, el cuerpo humano: la escuela italiana y la de los Países Bajos. Réstame, para terminar este curso, daros a conocer la más grande y de mayor originalidad de todas: la antigua escuela griega. Ahora no os hablaré de pintura. A excepción de algunos vasos y mosaicos, y las decoraciones murales de Pompeya y Herculano, los monumentos del antiguo arte pictórico han desaparecido y no se puede decir nada exacto en relación con este tema. Por otra parte, para la representación plástica del cuerpo humano poseía Grecia un arte más nacional, mejor adaptado a las costumbres y gustos públicos, probablemente más cultivado y perfecto: la escultura. La escultura griega es asunto de que nos ocuparemos en este curso.

Desgraciadamente, en esto, como en todo, la antigüedad no es mas que una ruina. Lo que conocemos de la estatuaria antigua no es casi nada comparado con lo que se ha perdido. Sólo existen dos cabezas por las cuales nos figuramos cómo serían los dioses colosales que expresaban las ideas del siglo más glorioso y cuya majestad henchía los templos. No poseemos ni un trozo auténtico de la obra
de Fidias. No conocemos a Myron, Policleto, Praxiteles, Scopas o Lisipo mas que a través de copias o imitaciones más o menos directas y problemáticas.
Las hermosas estatuas de nuestros museos son, en general, de la época romana, o datan, a lo sumo, del tiempo de los sucesores de Alejandro, y aun de éstas, los mejores ejemplares están mutilados. El museo de reproducciones parece un campo de batalla después del combate: torsos, cabezas, miembros esparcidos.

Sumad a todo lo dicho anteriormente que las biografías de los grandes maestros faltan en absoluto. Han sido necesarios prodigios de erudición,llena de ingenio y perseverancia, para descubrir, en
medio de capítulos de Plinio, en algunas malas descripciones de Pausanias, en ciertas frases aisladas de Cicerón, Luciano y Quintiliano, la cronología de los artistas, la filiación de las escuelas, el carácter del talento, el desarrollo y las alteraciones graduales del arte. No disponemos mas que de un medio para llenar tales vacíos. A falta de la historia especial del arte, tenemos la historia general de Grecia. Ahora, más que en ninguna ocasión, estamos obligados, para conocer la obra, a estudiar el pueblo que la ha producido, las costumbres que la determinaron y el medio en que apareció.

(....)Así nos vemos en la necesidad de estudiar el ambiente del árbol griego para ver si el aire y el suelo que le han alimentado pueden explicarnos las particularidades de su forma y la dirección de su desarrollo.
(...) Grecia es un laberinto de montañas, las islas son montañas emergentes, el terreno muy accidentado apenas tiene llanuras, donde quiera afloran las rocas. La tres quintas partes del suelo no son propicias para el cultivo, (...) especialmente el suelo del Ática es el más pobre de Grecia: olivos, vides, cebadas, un poco de trigo; esto es todo lo que ofrece a sus habitantes.

En esas islas bellísimas de mármol que constelan el mar Egeo, encontrábase aquí o allá un bosque sagrado de cipreses, laureles y palmas, un elegante ramillete de verdura, viñedos
esparcidos por las pedregosas colinas, algunas meses en una rinconada o en una ladera, hermosas
frutas en las huertas; todo lo cual más bien sirve para alegría de los ojos y refinamiento de los sentidos que para sustentar el cuerpo con sus numerosas necesidades.

Por otra parte, si Grecia es un país de montañas, es al mismo tiempo un país de costa. Aunque menor que Portugal, tiene más extensión litoral que España entera. El mar la penetra por una infinidad de golfos, de entrantes, de huecos, de dentellones. Si miráis las vistas que traen de Grecia los viajeros, dedos veces una, aun en el interior, encontraréis siempre la faja azulada del mar, el triángulo o el semicírculo luminoso en su horizonte. Generalmente está encuadrado por rocas que se adelantan o por islas que se aproximan formando un puerto natural. Tal situación impulsa a la vida marítima, sobre todo cuando el suelo es pobre y las áridas costas no bastan para alimentar a sus habitantes.

(...)Todo en este país es proporcionado, medido, fácil y claramente perceptible por los sentidos. Las montañas de Corinto, del Ática, de Beocia, del Peloponeso tienen tres o cuatro mil pies de altura; sólo algunas llegarán a seis mil pies; es necesario ir hasta el extremo de Grecia, en el confín norte, para encontrar una cima parecida a las de los Pirineos y de los Alpes; es el Olimpo, del cual hicieron los griegos la morada de sus dioses.
(...) En efecto, Grecia, comparada con su gloria, es un país muy pequeño, y aun parecerá menor si se
tiene presente que está muy dividida. De un lado la cadena principal y las derivaciones laterales de las montañas y de otro el mar la dividen en gran cantidad de provincias distintas, que son verdaderos recintos amurallados: Tesalia, Beocia, Argólida, Mesenia, Laconia, todas las islas.

Los pueblos de Grecia pudieron fácilmente librarse de las conquistas y subsistir unos al lado de otros
como pequeños Estados independientes.
En un espacio tan limitado, todo es perfectamente claro para el espíritu; la patria moral no tiene nada de grandioso, ni de abstracto,ni de impreciso, como sucede en nuestra civilización; los sonidos la pueden percibir, y así se funde con la patria física; ambas quedan bien definidas en el espíritu del ciudadano con precisos contornos.

No tienen el sentimiento del universo infinito, dentro del cual una generación, un pueblo, un ser limitado, por grandes que sean, no son mas que un momento, un punto. La eternidad no eleva ante ellos la pirámide de los miles y millones de siglos, como una montaña monstruosa a cuyo lado nuestra corta vida no es mas que un grano de arena. No se preocupan, como los indios, los egipcios, los semitas y los germanos, del círculo siempre renovado de la metempsicosis, ni del sueño eterno y silencioso de la tumba, ni del abismo sin forma y sin fondo de donde brotan las criaturas como efímera humareda, ni del Dios único, absorbente y terrible, en el cual se encuentran todas las fuerzas de la naturaleza y para el cual los cielos y la tierra no son mas que su tienda o el tapiz de sus pies; ni de esa potencia augusta, misteriosa e invisible que la veneración del corazón descubre a través de las cosas y más allá de todo cuanto existe.

Los dioses Viven en las cumbres del Olimpo “que los vientos no azotan, ni son nunca mojadas por la lluvia, adonde la nieve no se acerca jamás, donde se muestra el cielo sin nubes, donde corre con ligereza la blanca luz”. Allí, en un palacio deslumbrador, sentados en tronos de oro, beben el néctar y se alimentan de ambrosía, mientras que las Musas “cantan con sus acordadas voces”. Un festín eterno a plena luz, esto es el cielo para un griego, y, por tanto, la vida más bella es la que más se asemeja a esta vida de los dioses. Para Homero, el hombre feliz es el que «puede gozar de su juventud florida y llegar al umbral de la vejez». Las ceremonias religiosas son un gozoso banquete en el cual los dioses están satisfechos porque tienen su porción de carne y de vino. Las fiestas más augustas son representaciones de ópera. La tragedia, la comedia, los coros de danza, los juegos gimnásticos
son una parte del culto. No imaginan que para honrar a los dioses sea necesario mortificarse, ayunar,
orar estremecidos, prosternarse llorando sus culpas, sino, por el contrario, que es preciso tomar parte en su júbilo, ofrecerles el espectáculo de los hermosos cuerpos desnudos, engalanar para los dioses la ciudad, elevar el hombre hasta la altura divina, sacándole por un momento de su condición mortal, con el concurso de todas las magnificencias que el arte y la poesía pueden ofrecer."



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